Cómo iluminar tu casa en invierno

El invierno ya empieza a asomar la patita, cuando a las 17:30 ya es de noche, no hay vuelta atrás. Además, por si no se había notado, le acompaña su buen amigo el frío. Y todo se traduce en un deseo irrefrenable de pasar más horas en casa y de ponernos manos a la obra con esas series, libros, pelis y recetas que tenemos pendientes.

Al incrementar el número de horas en casa a la par que el número de horas de oscuridad, tenemos que adaptar nuestra iluminación para que satisfaga nuestras necesidades y nos haga sentir a gusto y relajados.

Para ello, lo primero que debemos hacer es escoger bombillas LED para que nos ayuden a ahorrar en la factura y comprobar que sean de luz cálida, es decir, con un tono amarillento, porque crean un ambiente más acogedor. Así, tenemos que fijarnos en los grados kelvin en los que, paradójicamente, la temperatura de color más alta (5.000 y 7.000 grados kelvin) es luz fría, y la temperatura más baja (2.000 y 3.000 grados kelvin) es la luz cálida.

Para crear ambientes confortables tenemos que elegir luces amarillas, bajas y focalizadas o difusas, que cuenten con reguladores de intensidad de la luz y que estén repartidas en distintos puntos y alturas de la sala.

Lo ideal es emplear un sistema de iluminación directa (para destacar un rincón concreto con una lámpara de pie, un foco, una lámpara de techo a baja altura, etc.) e indirecta (proyectando sobre una pared para emitir luz difusa) que cree ambientes confortables y sin sombras.

La combinación de ambos sistemas logramos crear sombras y contrastes con los que crear puntos de interés sobre butacas, muebles o cualquier punto que queramos. Asimismo, si lo sumamos focos de luz bajos conseguimos oscurecer el techo y crear ambientes más recogidos.

El truco está en no conectarlo todo a la vez, sino ir jugando con las luces para que se adapten a nuestras necesidades y, sobre todo, dejar la iluminación fría para baños y cocinas.